Mario de Candia es locutor, actor de doblaje y comediante. Se lo
puede ver de lunes a viernes en Bendita TV o en su espectáculo teatral Bendita
Comedia, que se presentó el domingo 9, en la Escuela Normal de Pehuajó. El show
tuvo momentos de stand up, monólogos
y sketchs. Unos días antes del espectáculo, Mario habló con el programa Citas
de Radio (emitido por FM City 90.1) sobre su carrera, su historia y sus
personajes.
¿Qué es el stand up? ¿Cómo lo
definirías?
El stand up es, básicamente, humor de observación. Humor sobre lo
cotidiano, sobre lo que nos pasa a todos, todos los día, la vida, ser hombre,
ser mujer, el trabajo, la profesión, las cosas que me pasan todos los días, los
hijos, la vida en pareja. Las cosas de todos los días volcadas al humor, o
miradas desde el humor.
Yo tengo una frase de cabecera
que es: Tragedia más tiempo es comedia. De cualquier cosa te podes reír si pasó
el tiempo suficiente aunque en el momento sea doloroso. Eso hace que nosotros,
los humanos, nos curemos del dolor, nos curamos a través del humor, a través de
la risa.
¿Siempre tuviste esa mirada sobre la vida o la fuiste desarrollando en
el tiempo?
Cuando era chiquito yo era boy
scout y ya a los 5 o 6 años contaba chistes en los fogones. Daba gracia que un
nenito chiquitito contara chistes, además siempre fui de baja estatura (ahora
debo medir 1,70m con mucha suerte, viento a favor, inclinado y con tacos!) Entonces
empecé con eso. Pero siempre fui muy ácido con las cosas que me pasaron a mí.
Incluso algunas como que he llegado a hacer chistes, aunque me ligué un par de
codazos de mi mamá y de mi hermana, en el velorio de mi papá por ejemplo. Soy
bastante desubicado.
El humor pasa a tener un rol terapéutico para vos…
Yo estoy convencido de que nos
curamos a través del humor, que la risa cura. Hay una teoría que dice que si
uno hace el gesto de la risa con la cara aunque no esté contento o con ganas de
reírse, el organismo libera las mismas endorfinas que libera cuando te reis de
verdad y con el tiempo genera bienestar. Sólo hacer el gesto de reírse ya es
bueno para la salud.
¿Cómo un nene que hacía chistes en los fogones llega a ser locutor y
comediante reconocido?
Con mucho esfuerzo. Yo llego a la
carrera de locutor con 35 años. Me costó bastante llegar hasta ahí y poder
desarrollar esto que siempre fue mi sueño desde chiquito. Pero la vida a veces
te lleva por un camino y por otro. He sido remisero, también fui sereno, hasta
que me tocó esto de la tele, de la radio, del teatro. Pero siempre tuve la mira
puesta en esto que estoy haciendo ahora. Es como un sueño cumplido.
Siendo sereno y remisero escuchás
muchas cosas. Sobre todo en el remis hay muchas historias. Y alguna persona que
ha viajado conmigo en el remise se debe sentir reflejada en algunas cosas que
cuento.
También sos actor de doblaje y eso requiere de una plasticidad muy
especial ya que tenés que construir un personaje sólo con la voz. ¿Cómo te
preparas para eso?
Es un desafío. Lo que pasa con el
doblaje es que te enterás de qué vas a doblar el día que llegas al estudio y no
tenés una preparación previa. Se ensaya cada escena y se hace en ese momento.
Lo que hay que tener es la capacidad de reproducir con la voz distintos estados
de ánimo. Incluso estados físicos. Si el tipo se está peleando, si lo están
matando a golpes, si está llorando… Eso hay que reproducirlo casi
instantáneamente y es un hermoso desafío para el actor hacer esas cosas.
Mario, de todas las actividades por las que pasaste, ¿cuál es la que
más te gusta?
Yo creo que el teatro es la que
más me satisface. En la tele y en el doblaje puedo explotar lo que tengo pero
el resultado es muy difícil de medir. No estoy viendo a la gente que está
viendo el programa ni a la gente que está viendo la película en la que yo
trabajé. En el teatro veo las caras. A mis compañeros (Lucas Rodríguez y Roberto
Galati) y a mí, nos encanta pararnos en la puerta del teatro al finalizar la
función y despedirnos del público que nos vio. Nos gusta tener ese intercambio,
sacarnos una foto, saludar, que nos digan si les gusto o no les gustó. Esa posibilidad sólo te la da el teatro.
¿Cómo cuidas tu voz?
En realidad, no la cuido mucho.
Yo hago personajes muy extremos. Por ejemplo hago para Disney, en el programa
Henry Monstruito, la voz del papá, que es una voz muy exigida, de monstruo, que
además canta. Son voces muy cascadas y con muchos tonos diferentes porque es un
programa para niños. Y haciendo ese tipo de cosas no cuidas demasiado la voz. Lo
mejor es dormir 8 horas, tratar de descansar, no hablar donde hay mucho ruido o
un volumen muy fuerte. Cuando voy con mis amigos a comer o en una cena familiar
en la que hay mucha gente en la casa hablo poquito y trato de acercarme a la
persona para no tener que forzar la voz.
¿En las reuniones sociales te piden que hagas los personajes?
Siempre. A mí no me molesta, me
encanta. Tengo 4 hermanas mujeres y 11 sobrinos de diferentes edades, desde los
20 años hasta los 2 y medio. Y les hago personajes a todos, y juego con todos.
No me pesa para nada.
¿Y qué te hace reír a vos?
Todo (risas). Si puedo, todo. Lo
que más me hace reír son las cosas de todos los días. Me gusta mucho el humor
del stand up. Del tipo solo en el
escenario con nada más que lo que tiene adentro, el micrófono y el público.
Cuando escuchas otros stand up
¿te permitís relajarte y observar al colega o seguís en la sintonía laboral?
Me cuesta un montón. Cuando
invito comediantes a Bendita o trato de conocer comediantes nuevos que puedan
venir al programa, me cuesta salir del rol y no pensar que podría por ejemplo
haber rematado el chiste de otra manera y esas cosas. Me cuesta horrores.
¿Qué locutor te gusta?
Hay muchos. Me gusta por ejemplo
Lalo Mir. Héctor Larrea me parece que es el prócer de la locución, el tipo que
entendió mejor cómo era la radio e incluso la tele. De los actuales, Fabián
Cerfoglio, el locutor de Duro de Domar, Hernán Chiozza, que era microfonito en
el programa de Jorge Guinsburg. Javi Hernández, el locutor de Sin Codificar
también me gusta. Hay muchos que me gustan mucho.
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