lunes, 19 de mayo de 2014

"Las grandes transformaciones nacen de lo pequeño" Entrevista a Sergio Sinay

Sergio Sinay es sociólogo, psicólogo, periodista y autor de numerosos libros. Nació en Bs As pero transcurrió su infancia y fue al colegio en La Banda, Santiago del Estero. Él mismo se define como un explorador de los vínculos humanos, y sobre ellos investiga, trabaja y reflexiona.
Uno de sus estudios se basa en la temática de la masculinidad, el rol de varón en la familia y en la sociedad. Él mismo cuenta que lo que lo atrajo de este tema fueron sus propias experiencias en ese rol de varón. A medida que se desarrolló en la profesión, como padre, en la pareja y en todos los ámbitos de la vida empezó a notar que los varones viven condicionados por mandatos limitados y limitantes. Limitados porque son pocos y rígidos; y limitantes porque impiden el desarrollo de la totalidad de la persona, del ser humano que es varón. Sinay asegura que, si bien hay una creencia de que estos mandatos van perdiendo vigencia, en la realidad, en la vida cotidiana siguen existiendo con igual actualidad. Estos mandatos se pueden sintetizar en las 4P de la masculinidad o del estereotipo masculino tradicional: productor, proveedor, protector y potente.
El varón, afirma el sociólogo, comienza siendo productor, ya que si no fuera productor no podría proveer nada. El que no provee no protege o no es visto como alguien protector. Y el que no produce, no provee y no protege, carece de potencia. Para entrar en este esquema, el varón debió  dejar afuera cosas importantes del mundo emocional que forman parte de todos los seres humanos. En la división de roles, a la mujer le fue asignado lo doméstico, lo interno, lo íntimo, y al varón lo público, lo social, lo externo. De este modo se han manejado durante mucho tiempo los vínculos y la administración de la vida cotidiana.
Dentro del territorio femenino quedaron los hijos, las emociones y la administración emocional de la pareja y de la familia. Y el varón ha sido designado administrador económico. Esto ha cambiado un poco en la formas, se ha maquillado un poco. Pero cuando se observa el paradigma imperante en los negocios, en los deportes, en la política, en la sexualidad, en la familia, queda claro que el modelo masculino sigue siendo hegemónico en los territorios públicos, externos y sociales. Las mujeres han avanzado en estos ámbitos, pero lo han hecho aceptando y adoptando las reglas del juego del varón. Se masculinizaron, entrando al terreno masculino, de un modo masculino.
Según Sinay, los hombres, salvo algunas experiencias individuales y aisladas, no han hecho una entrada a esos territorios que suponían los iba a feminizar o hacer perder potencia y masculinidad. Los hombres que han entrado en el territorio doméstico, la cercanía física o afectiva con los hijos, el protagonismo en el área emocional y en el área de la crianza son excepciones particulares, no han desarrollado aún un modelo propio. Lo han hecho tomando el modelo de gestión femenina con lo cual no se ha inaugurado nada nuevo.
Existe, asegura el especialista, una diferencia entre el ser  hombre o mujer y entre lo masculino y lo femenino. Hombre o mujer se nace. Y lo masculino y lo femenino se adopta. Hombres y mujeres nacen diferentes y complementarios. Pero si bien es la mujer la que lleva al hijo en la panza, es la cultura la que le adjudica la “propiedad” del hijo y todo lo que tiene que ver con su cuidado, crianza y educación.
Derechos vs. Deseos en la paternidad y la familia
Según Sinay, el modo en que la ciencia permite en la actualidad una paternidad sin padres a través de diferentes técnicas de reproducción, ha cosificado a hombres y mujeres. La decisión de concebir un hijo de esta manera  es atender, muchas veces, a prioridades egoístas. Tener un hijo no es un derecho ni un deber. El hijo es el fruto de un vínculo. La sociedad actual hace muchísimo hincapié en los derechos, y muchas veces se presentan como derechos a los propios deseos. Y un deseo no es lo mismo que un derecho. Un derecho va siempre pegado a un deber.
En la familia se ve la misma anomia que se ve en la sociedad en general. La falta de construcción de autoridad es reemplazada por un derechismo donde gana el más fuerte imponiendo su derecho. No existe una construcción de autoridad, que no es lo mismo que autoritarismo. Si uno vive de acuerdo a los valores que proclama, eso genera respeto y si hay respeto se gana autoridad. Cuando esto no sucede, se debe apelar a la jerarquía; y desde la jerarquía se es autoritario.
El ser humano es un ser gregario, que tiene la necesidad natural de agruparse; y la primera célula de agrupación es la familia. Y los educadores primarios son los padres. Cuando un niño toma contacto con  la educación formal en la escuela, ya está educado en los tres pilares esenciales de la educación que son los valores, los vínculos y los modelos de vida que tiene por delante para desarrollar. Estos pilares los transmiten los adultos significativos que rodean a ese niño y suelen ser los padres. Del modo en que estos adultos vivan sus valores, estarán enseñando valores. Lo mismo sucede con los vínculos. Si los adultos se relacionan de acuerdo a la utilidad de las personas, enseñan al niño a tener vínculos utilitarios. Los niños aprenden a vincularse viendo el modo cómo sus padres se vinculan con ellos y con el resto de las personas. Si un niño ha sido traído al mundo para satisfacer las expectativas de sus padres aprende desde el principio a vincularse de un modo utilitario. Y por último, los chicos también observan cómo viven sus padres respecto al sentido que dan a la vida. No importa tanto cuánto tienen sino cómo se sienten respecto de la vida, de lo que hacen y cómo se vinculan.
Sinay asegura que estos pilares esenciales de la educación se aprenden  en la familia, y lo mismo sucede con los modelos que tienen que ver con lo femenino y lo masculino. Las transformaciones reales, profundas y de largo alcance no se dan de arriba para abajo. Las grandes transformaciones se dan de adentro hacia afuera, de lo pequeño hacia lo grande y desde abajo hacia arriba. Porque una sociedad, antes de ser tal tiene primero a sus miembros. La sociedad empieza en las personas. Y las personas se agrupan, primero, en familias…


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