sábado, 19 de julio de 2014

La Escuela es una Institución Contracultural - Guillermo Jaim Etcheverry

“Educar es ayudar a una persona a aprender a 
ser lo que es capaz de ser”             

Guillermo Jaim Etcheverry es médico especializado en docencia  y neurobiología.  Es investigador principal del Conicet; fue decano de la Facultad de Medicina y rector de la Universidad de Buenos Aires; presidente de la Fundación Carolina en Argentina y miembro de la Academia Nacional de Educación. Ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales. En una entrevista realizada por el programa CITAS DE RADIO, ofrece su visión del estado de la educación en nuestro país y su panorama hacia el futuro.

En su libro “La Tragedia Educativa” usted realiza un diagnóstico de la decadencia de la educación. Pasados 15 años de esa publicación ¿qué nos puede decir de educación actual en la Argentina?

Siendo piadosos podríamos decir que está igual aunque tal vez está peor que en ese entonces. Yo creo que tenemos tres problemas importantes. En primer lugar hay poca gente educada. De cada 100 estudiantes que empiezan el ciclo primario, sólo 37 completan el nivel medio, siendo el nivel medio una preparación esencial para cualquier actividad. El 58% de la fuerza de trabajo argentina, personas entre 25 y 64 años, no ha terminado la escuela media. Esa cifra, en los países desarrollados es del 10%, 15% o 20%. Lo mismo sucede con la educación universitaria. En Argentina hay entre el 10% y el 13% de personas con educación universitaria completa, mientras que en países desarrollados el porcentaje es de 40%, 35%, en Corea del 44%.
En segundo lugar existe el problema de distribución de la educación en relación al nivel socioeconómico de los chicos. En personas con menor nivel socioeconómico el promedio es de 7 años de educación, mientras que aquellos con mayor nivel socio económico reciben entre 15 y 17 años. Prácticamente el doble. Existe una gran desigualdad en la distribución de la educación de acuerdo al nivel socioeconómico.

Finalmente, el tercer problema importante tiene que ver con la calidad. Aquellas personas que reciben educación, la reciben de baja calidad. Eso es lo que demuestran las pruebas internacionales como PISA.  En el último PISA que fue en 2012, Argentina queda en el puesto 59 entre 65 países. En esa prueba se vio que más de la mitad de los chicos de 15 años que están en la escuela no entiende lo que lee. Es como una radiografía de la situación de la calidad de la educación de nuestros chicos.

¿Por qué, habiéndose instrumentado leyes que aumentan el presupuesto previsto para la educación, no se lograron los objetivos esperados? ¿Usted cree que hay un real interés de los funcionarios públicos por resolver el problema de la educación?

Es cierto que la inversión educativa en los últimos años ha sido mucho mayor que en los períodos anteriores. Se ha invertido más y eso demuestra una cierta preocupación; pero no se trata de un problema de inversión. Hay muchos estudios que demuestran que no existe una correlación directa entre la cantidad de dinero invertido y los resultados que se obtienen. Se trata de un problema de significación social. Más allá de lo que se dice en los discursos, a la sociedad argentina el logro académico vinculado con la educación no le preocupa, y las autoridades responden a esas expectativas sociales.

Frente a la presencia de otros pedagogos sociales como son los medios de comunicación, ¿la escuela estaría perdiendo liderazgo en su rol de agente educador de los chicos?

La escuela ha perdido liderazgo porque a la sociedad no le interesa que lo tenga. Vivimos en una sociedad que privilegia el espectáculo, la diversión y el entretenimiento. Y la escuela no tiene  que ver con eso sino que es todo lo contrario. La escuela es un lugar de trabajo y de introducción al conocimiento. Debe ser un espacio de profesores y maestros que sepan algo y al estar entusiasmados por ese conocimiento contagien el entusiasmo. Los chicos siguen siendo interesables porque eso responde a una cualidad humana básica que es la curiosidad.
Me parece que el problema central está en esa mutación de las características de la sociedad. Los chicos son muy inteligentes y miran lo que nosotros les ponemos como verdaderos modelos de éxito. La escuela muestra otras posibilidades, es una institución contracultural. La escuela y la familia tratan de mostrar cosas diferentes a las que se ven en el contexto social actual, que son los valores del dinero y el éxito.

¿La  escuela tiene que adaptarse a las nuevas formas de la sociedad o debe permanecer como un bastión contracultural?

Yo creo que la escuela se adapta necesariamente, pero eso no quiere decir que pierda la esencia de los valores centrales como el esfuerzo, el estudio o el trabajo. La escuela debe contribuir con el descubrimiento de la existencia del tiempo lento. Hoy vivimos en un tiempo rápido, veloz, nos deslizamos por la superficie de las cosas. El ser humano es capaz de otras habilidades, la del tiempo lento, la de pensar, la de reflexionar, la de imaginar. Por eso los que hablamos de educación insistimos tanto con el tema de la lectura; leer es una introducción al tiempo lento.
Vivimos en un mundo veloz porque tenemos instrumentos que nos permiten hacerlo, y esos instrumentos son el producto de reflexiones que tuvieron lugar en el tiempo lento. Los científicos, los tecnólogos, viven en tiempo lento, y desarrollan esas capacidades que los chicos también tienen  derecho a desarrollar. Por eso, además de formar buenos consumidores, tenemos que enseñarles a los chicos que también pueden ser buenos creadores.

Usted dijo, en cierta oportunidad, que estábamos educando a una fuerza de trabajo y no a individuos pensantes…

Se insiste mucho en la idea de que hay que formar a los chicos para el trabajo. Obviamente, siempre se ha preparado a los chicos para eso, pero lo importante es la formación de la persona. En momentos en los que hay tanta incertidumbre en el mercado de trabajo, las personas con más posibilidades son aquellas con mayor amplitud en su formación, porque eso les va a permitir adecuarse, adaptarse, ser flexibles.
Yo uso una definición de educación de Síodo, un poeta contemporáneo de Homero que tiene 2800 años: “Educar es ayudar a una persona a aprender a ser lo que es capaz de ser”. La educación nos da el conocimiento de nuestras posibilidades. Probablemente nunca más en nuestras vidas desarrollemos una ecuación matemática, sin embargo, sabemos que tenemos dentro nuestro las capacidades para hacer ese tipo de desarrollo. Educar es mostrarle al otro el panorama de posibilidades que posee. Hay un tema importante que es la idea de la transmisión. Cada generación transmite a la siguiente una serie de posibilidades que el ser humano ha ido desarrollando a lo largo de la historia. Somos esencialmente herederos. Esta idea de la transmisión de la herencia cultural de la humanidad es una idea central en la educación que hoy es despreciada porque se piensa que lo único que vale es lo nuevo, lo reciente, lo veloz. Se habla mucho del cambio del conocimiento, pero lo que cambia es la frontera del conocimiento. Las cosas básicas siguen siendo las mismas.

Nos encontramos en un momento de cambio de paradigma donde aquellos que no son nativos digitales transitan una zona de grises. ¿Cómo cree que transitan este proceso los docentes, los políticos y los ciudadanos?

Creo que, efectivamente, estamos en un momento de grandes cambios. Algunos autores hablan de una mutación de lo humano. Es el cambio más profundo desde la invención de la imprenta. Pero no creo que haya que sentirse disminuido frente a eso. No creo que la tecnología en sí produzca un cambio de las cosas básicas. Se trata de herramientas muy útiles, pero sigue siendo importante lo que uno tiene en su interior. Cualquier cosa que se necesita se puede encontrar en internet, pero lo importantes es saber qué es lo que se busca. Y ese saber qué se busca e interpretar lo que se encuentra tiene que ver con lo que uno tiene dentro. Antes existían los libros y  nadie dejaba de estudiar aunque podía encontrar ese conocimiento en los libros. La inteligencia es la vinculación de hechos dispares en los cuales alguien encuentra una vinculación. Si uno es ignorante de todo no tiene qué vincular. Hoy se habla mucho de la creatividad, de la espontaneidad, pero es necesario tener alguna base, y eso es lo que debe dar la educación y hoy estamos dando eso con menos entusiasmo.

¿Cómo se comienza a trabajar para revertir esta crisis de la educación que incluye la falta de interés por la educación que demuestra la sociedad?

Hay dos alternativas. O tenemos una dirigencia que ve el problema y hace todos los esfuerzos para resolverlo, como hizo la Argentina a fines del siglo XIX, o tenemos una demanda pública donde la gente empiece a darse cuenta de que hay graves problemas. Pero no se ven movimientos de padres que exijan que a sus chicos se les enseñe algo. En aquellas jurisdicciones donde no se han dictado clases durante meses, incluso hasta un año, el reclamo de los padres no es por el conocimiento perdido sino porque les den por aprobado el grado o el año que no hicieron. Eso demuestra el escaso interés social. Esa falla fundamental tiene que ver con la familia. Si la familia no manda a la escuela chicos en actitud de alumnos, sino chicos en actitud de espectadores o de personas para ser entretenidas, nos vamos quedando sin escuelas. La sociedad no pide en este momento exigencia académica. Si se hace un estudio, el 70% de los padres diría que la educación en el país está mal o muy mal. Pero esos mismos padres dicen estar satisfechos con la educación de sus hijos. Yo digo que tenemos un país de huérfanos, porque esos chicos con dificultades para comprender lo que leen no son hijos de nadie. Y la dirigencia política mira esas mismas encuestas y ve que no hay un problema o un reclamo de calidad educativa. La gente piensa que el problema no le afecta, que le toca a los demás, entonces no se moviliza.

Además, es fundamental la calidad de los docentes. Si no se tienen docentes de calidad, todo lo demás es inútil. Y no vamos a tener docentes de calidad hasta que la actividad docente no sea socialmente valorada. Los docentes ganan poco porque a nadie le interesa lo que hacen. La evolución que llevamos muestra que la educación de los más pobres quedará a cargo de las máquinas y la educación de aquellos con más recursos seguirá a cargo de personas. Y eso es algo que hay que evitar. Si hay un elemento para la igualdad de oportunidades es precisamente la educación. Y todavía hoy, las personas con menor nivel económico son las que más confían en la educación para progresar, son los que más esfuerzos hacen. Somos los grupos dirigentes los que menos pensamos en la educación como elemento de progreso personal y social.

¿Qué rol le cabe a los medios de comunicación con respecto a la educación y a la transmisión de valores?

Es un rol central. En la actualidad, son los verdaderos pedagogos. Se produciría una verdadera revolución cultural en la Argentina si toda persona que enfrentase un micrófono o una cámara hablara con propiedad e hiciera frases con comienzo, desarrollo y final. Sería impresionante, empezaríamos a ver gente manejando otra vez la lengua. Creo que el papel de los medios es fundamental y todavía no se ha percibido suficientemente. Pero con el correr del tiempo va a haber que centrar ahí el interés y cuidar la calidad de la expresión que es lo que construye el interior de las personas.

Hay una frase que dice que el límite del pensamiento es el límite del lenguaje, de modo que si no podemos hablar no podemos pensar…

Por supuesto. Hay muchos teóricos que sostienen que los problemas de violencia tienen que ver con la falta de repertorio de palabras que permitan expresar lo que se siente. Cuando se acaban las palabras se pasa a los hechos. Hay que hacer un esfuerzo más grande por educar a más gente y educarla mejor.


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