“Educar es ayudar a una persona a
aprender a
ser lo que es capaz de ser”
Guillermo Jaim Etcheverry es médico
especializado en docencia y
neurobiología. Es investigador principal
del Conicet; fue decano de la Facultad de Medicina y rector de la Universidad
de Buenos Aires; presidente de la Fundación Carolina en Argentina y miembro de
la Academia Nacional de Educación. Ha recibido numerosos premios nacionales e
internacionales. En una entrevista realizada por el programa CITAS DE RADIO, ofrece
su visión del estado de la educación en nuestro país y su panorama hacia el
futuro.
En su libro “La Tragedia Educativa” usted realiza un diagnóstico de la
decadencia de la educación. Pasados 15 años de esa publicación ¿qué nos puede decir
de educación actual en la Argentina?
Siendo piadosos podríamos decir
que está igual aunque tal vez está peor que en ese entonces. Yo creo que
tenemos tres problemas importantes. En primer lugar hay poca gente educada. De
cada 100 estudiantes que empiezan el ciclo primario, sólo 37 completan el nivel
medio, siendo el nivel medio una preparación esencial para cualquier actividad.
El 58% de la fuerza de trabajo argentina, personas entre 25 y 64 años, no ha
terminado la escuela media. Esa cifra, en los países desarrollados es del 10%,
15% o 20%. Lo mismo sucede con la educación universitaria. En Argentina hay
entre el 10% y el 13% de personas con educación universitaria completa,
mientras que en países desarrollados el porcentaje es de 40%, 35%, en Corea del
44%.
En segundo lugar existe el
problema de distribución de la educación en relación al nivel socioeconómico de
los chicos. En personas con menor nivel socioeconómico el promedio es de 7 años
de educación, mientras que aquellos con mayor nivel socio económico reciben entre
15 y 17 años. Prácticamente el doble. Existe una gran desigualdad en la
distribución de la educación de acuerdo al nivel socioeconómico.
Finalmente, el tercer problema
importante tiene que ver con la calidad. Aquellas personas que reciben
educación, la reciben de baja calidad. Eso es lo que demuestran las pruebas
internacionales como PISA. En el último PISA
que fue en 2012, Argentina queda en el puesto 59 entre 65 países. En esa prueba
se vio que más de la mitad de los chicos de 15 años que están en la escuela no
entiende lo que lee. Es como una radiografía de la situación de la calidad de
la educación de nuestros chicos.
¿Por qué, habiéndose instrumentado leyes que aumentan el presupuesto
previsto para la educación, no se lograron los objetivos esperados? ¿Usted cree
que hay un real interés de los funcionarios públicos por resolver el problema
de la educación?
Es cierto que la inversión
educativa en los últimos años ha sido mucho mayor que en los períodos
anteriores. Se ha invertido más y eso demuestra una cierta preocupación; pero
no se trata de un problema de inversión. Hay muchos estudios que demuestran que
no existe una correlación directa entre la cantidad de dinero invertido y los
resultados que se obtienen. Se trata de un problema de significación social. Más
allá de lo que se dice en los discursos, a la sociedad argentina el logro académico
vinculado con la educación no le preocupa, y las autoridades responden a esas
expectativas sociales.
Frente a la presencia de otros pedagogos sociales como son los medios
de comunicación, ¿la escuela estaría perdiendo liderazgo en su rol de agente
educador de los chicos?
La escuela ha perdido liderazgo
porque a la sociedad no le interesa que lo tenga. Vivimos en una sociedad que
privilegia el espectáculo, la diversión y el entretenimiento. Y la escuela no
tiene que ver con eso sino que es todo lo
contrario. La escuela es un lugar de trabajo y de introducción al conocimiento.
Debe ser un espacio de profesores y maestros que sepan algo y al estar
entusiasmados por ese conocimiento contagien el entusiasmo. Los chicos siguen
siendo interesables porque eso responde a una cualidad humana básica que es la
curiosidad.
Me parece que el problema central
está en esa mutación de las características de la sociedad. Los chicos son muy
inteligentes y miran lo que nosotros les ponemos como verdaderos modelos de
éxito. La escuela muestra otras posibilidades, es una institución
contracultural. La escuela y la familia tratan de mostrar cosas diferentes a
las que se ven en el contexto social actual, que son los valores del dinero y
el éxito.
¿La escuela tiene que adaptarse
a las nuevas formas de la sociedad o debe permanecer como un bastión
contracultural?
Yo creo que la escuela se adapta
necesariamente, pero eso no quiere decir que pierda la esencia de los valores
centrales como el esfuerzo, el estudio o el trabajo. La escuela debe contribuir
con el descubrimiento de la existencia del tiempo lento. Hoy vivimos en un
tiempo rápido, veloz, nos deslizamos por la superficie de las cosas. El ser
humano es capaz de otras habilidades, la del tiempo lento, la de pensar, la de
reflexionar, la de imaginar. Por eso los que hablamos de educación insistimos
tanto con el tema de la lectura; leer es una introducción al tiempo lento.
Vivimos en un mundo veloz porque
tenemos instrumentos que nos permiten hacerlo, y esos instrumentos son el
producto de reflexiones que tuvieron lugar en el tiempo lento. Los científicos,
los tecnólogos, viven en tiempo lento, y desarrollan esas capacidades que los
chicos también tienen derecho a
desarrollar. Por eso, además de formar buenos consumidores, tenemos que
enseñarles a los chicos que también pueden ser buenos creadores.
Usted dijo, en cierta
oportunidad, que estábamos educando a una fuerza de trabajo y no a individuos pensantes…
Se insiste mucho en la idea de
que hay que formar a los chicos para el trabajo. Obviamente, siempre se ha
preparado a los chicos para eso, pero lo importante es la formación de la
persona. En momentos en los que hay tanta incertidumbre en el mercado de
trabajo, las personas con más posibilidades son aquellas con mayor amplitud en
su formación, porque eso les va a permitir adecuarse, adaptarse, ser flexibles.
Yo uso una definición de
educación de Síodo, un poeta contemporáneo de Homero que tiene 2800 años: “Educar
es ayudar a una persona a aprender a ser lo que es capaz de ser”. La educación
nos da el conocimiento de nuestras posibilidades. Probablemente nunca más en
nuestras vidas desarrollemos una ecuación matemática, sin embargo, sabemos que
tenemos dentro nuestro las capacidades para hacer ese tipo de desarrollo. Educar
es mostrarle al otro el panorama de posibilidades que posee. Hay un tema
importante que es la idea de la transmisión. Cada generación transmite a la
siguiente una serie de posibilidades que el ser humano ha ido desarrollando a
lo largo de la historia. Somos esencialmente herederos. Esta idea de la
transmisión de la herencia cultural de la humanidad es una idea central en la
educación que hoy es despreciada porque se piensa que lo único que vale es lo
nuevo, lo reciente, lo veloz. Se habla mucho del cambio del conocimiento, pero
lo que cambia es la frontera del conocimiento. Las cosas básicas siguen siendo
las mismas.
Nos encontramos en un momento de cambio de paradigma donde aquellos que
no son nativos digitales transitan una zona de grises. ¿Cómo cree que transitan
este proceso los docentes, los políticos y los ciudadanos?
Creo que, efectivamente, estamos
en un momento de grandes cambios. Algunos autores hablan de una mutación de lo
humano. Es el cambio más profundo desde la invención de la imprenta. Pero no
creo que haya que sentirse disminuido frente a eso. No creo que la tecnología
en sí produzca un cambio de las cosas básicas. Se trata de herramientas muy
útiles, pero sigue siendo importante lo que uno tiene en su interior. Cualquier
cosa que se necesita se puede encontrar en internet, pero lo importantes es saber
qué es lo que se busca. Y ese saber qué se busca e interpretar lo que se
encuentra tiene que ver con lo que uno tiene dentro. Antes existían los libros
y nadie dejaba de estudiar aunque podía
encontrar ese conocimiento en los libros. La inteligencia es la vinculación de
hechos dispares en los cuales alguien encuentra una vinculación. Si uno es
ignorante de todo no tiene qué vincular. Hoy se habla mucho de la creatividad,
de la espontaneidad, pero es necesario tener alguna base, y eso es lo que debe
dar la educación y hoy estamos dando eso con menos entusiasmo.
¿Cómo se comienza a trabajar para revertir esta crisis de la educación
que incluye la falta de interés por la educación que demuestra la sociedad?
Hay dos alternativas. O tenemos
una dirigencia que ve el problema y hace todos los esfuerzos para resolverlo,
como hizo la Argentina a fines del siglo XIX, o tenemos una demanda pública
donde la gente empiece a darse cuenta de que hay graves problemas. Pero no se
ven movimientos de padres que exijan que a sus chicos se les enseñe algo. En
aquellas jurisdicciones donde no se han dictado clases durante meses, incluso
hasta un año, el reclamo de los padres no es por el conocimiento perdido sino porque
les den por aprobado el grado o el año que no hicieron. Eso demuestra el escaso
interés social. Esa falla fundamental tiene que ver con la familia. Si la
familia no manda a la escuela chicos en actitud de alumnos, sino chicos en
actitud de espectadores o de personas para ser entretenidas, nos vamos quedando
sin escuelas. La sociedad no pide en este momento exigencia académica. Si se
hace un estudio, el 70% de los padres diría que la educación en el país está
mal o muy mal. Pero esos mismos padres dicen estar satisfechos con la educación
de sus hijos. Yo digo que tenemos un país de huérfanos, porque esos chicos con
dificultades para comprender lo que leen no son hijos de nadie. Y la dirigencia
política mira esas mismas encuestas y ve que no hay un problema o un reclamo de
calidad educativa. La gente piensa que el problema no le afecta, que le toca a
los demás, entonces no se moviliza.
Además, es fundamental la calidad
de los docentes. Si no se tienen docentes de calidad, todo lo demás es inútil.
Y no vamos a tener docentes de calidad hasta que la actividad docente no sea
socialmente valorada. Los docentes ganan poco porque a nadie le interesa lo que
hacen. La evolución que llevamos muestra que la educación de los más pobres
quedará a cargo de las máquinas y la educación de aquellos con más recursos
seguirá a cargo de personas. Y eso es algo que hay que evitar. Si hay un
elemento para la igualdad de oportunidades es precisamente la educación. Y
todavía hoy, las personas con menor nivel económico son las que más confían en
la educación para progresar, son los que más esfuerzos hacen. Somos los grupos
dirigentes los que menos pensamos en la educación como elemento de progreso
personal y social.
¿Qué rol le cabe a los medios de comunicación con respecto a la
educación y a la transmisión de valores?
Es un rol central. En la
actualidad, son los verdaderos pedagogos. Se produciría una verdadera
revolución cultural en la Argentina si toda persona que enfrentase un micrófono
o una cámara hablara con propiedad e hiciera frases con comienzo, desarrollo y
final. Sería impresionante, empezaríamos a ver gente manejando otra vez la
lengua. Creo que el papel de los medios es fundamental y todavía no se ha
percibido suficientemente. Pero con el correr del tiempo va a haber que centrar
ahí el interés y cuidar la calidad de la expresión que es lo que construye el
interior de las personas.
Hay una frase que dice que el límite del pensamiento es el límite del
lenguaje, de modo que si no podemos hablar no podemos pensar…
Por supuesto. Hay muchos teóricos
que sostienen que los problemas de violencia tienen que ver con la falta de
repertorio de palabras que permitan expresar lo que se siente. Cuando se acaban
las palabras se pasa a los hechos. Hay que hacer un esfuerzo más grande por
educar a más gente y educarla mejor.
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